Dogville de Lars Von Trier

Lars Von Trier, director danés, parece ser que nunca gozó de la compañía de su abuela, pues ni corto ni perezoso afirmó durante una edición del Festival de Cannes que “el mejor director de la historia del cine soy yo”. Esta aseveración podría haber sido compartida si Von Trier fuera siquiera el mejor director de la historia de Dinamarca, trono que corresponde sin ningún género de dudas al gran Carl Theodor Dreyer. En otro momento desgranaremos más profusamente la biografía (“genial” según él mismo), de este peculiar director que tanto entusiasma a los “gafapastas” que pululan por nuestras ciudades.

Los “gafapastas” son definidos en los diferentes Friki-foros sobre el arte cinematográfico como unas personas incomprendidas por el gran público, que gozan de una especial sensibilidad que no es entendida por el resto de sus congéneres. Seguidores acérrimos de Noam Chomsky, por supuesto de Von Trier y de todas las películas de Woody Allen (la repetición una y otra vez de las cuatro que ha hecho en realidad) y cualquier película que no haya visto nadie antes, probablemente de algún director serbio repudiado por los serbios o iraní repudiado por los iraníes.

Dogville

Von Trier estrenó en 2003, Dogville, un filme considerado como una “obra maestra” por parte de la crítica cinematográfica. El argumento es aparentemente sencillo, Grace (Nicole Kidman) llega huyendo de unos gángsters que la persiguen al pueblo de Dogville (que podríamos traducir como “ciudad de perros”). Allá Tom (Paul Bettany) la acoge y esconde, mostrando empatía ante su adversidad. Tom, quien sostiene un lenguaje moral y tiene dotes de liderazgo en el pueblo, logra convencer a los vecinos de la necesidad de ayudar a la chica.

Hay que resaltar un hecho singular de este filme que lo hace diferente a los demás (si Von Trier buscaba la diferencia la verdad es que en este punto lo consigue). El filme está rodado sin montaje escénico ninguno, no hay escenario. Lo único que existe es un lugar distribuido con trazos de pizarra, en el cual el espectador debe imaginar las estructuras en su propia mente (la casa, la iglesia, el río, la huerta…).

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La cámara se dedica a registrar planos generales de la vida en Dogville y en la mayoría de ocasiones sigue en primer plano a la protagonista, Grace, interpretada de manera magistral y asombrosa por Nicole Kidman, sin ningún género de dudas lo mejor de Dogville. En una interpretación sublime y muy por encima de todo lo que propone Von Trier, Kidman consigue que lleguemos a aguantar sentados hasta el final, algo que el director no hubiera logrado sin su presencia.

A medida que el cerco de los gángsteres aumenta y la policía acude al pueblo a preguntar por Grace, la inicial predisposición de los vecinos a ayudarla, permuta. Ya no bastan los argumentos del moral Tom, quien profundamente enamorado de Grace, no logra convencer a sus convecinos para que la sigan ayudando en su desdicha. A cambio de ocultarla, se exige a Grace una serie de contraprestaciones a la comunidad. Ayudar en las labores del hogar en las casas, ayudar en la huerta…El nivel de exigencia hacia Grace va in crescendo hasta que el pueblo la convierte en una especie de esclava. En este contexto el lenguaje moral de Tom toma un tono de patetismo al convertirse en el engrase para que Grace asuma su condición de esclava social a una comunidad que está arriesgando por ella.

El momento en el que todos estábamos pensando tenía que llegar. Tanto el viejo palurdo de Dogville como el joven palurdo de Dogville materializan los lascivos pensamientos que anidan en su mente y violan a Grace repetidas veces. Por violarla, hasta el más tonto del pueblo la viola, engañándola haciéndola creer que la va a ayudar a escapar oculta entre las manzanas de su camión. Grace es una persona integra, también lo es Tom pero el filme nos muestra lo patético del mensaje moral de este, la inutilidad del mismo en el caso de Grace y su naturaleza epidérmica que oculta unos deseos de sojuzgamiento irrefrenables, en el caso de los habitantes de Dogville.

La película desde luego, se halla lejos de ofrecer ninguna esperanza por el mundo del que formamos parte. Quizá sea esta una de las razones por la que muchos “gafapastas”, culturetas e intelectualoides en general, tengan en particular estima la obra de Von Trier. Von Trier nos muestra el verdadero rostro oculto tras la hipocresía moral que en realidad lo que pretende es el aniquilamiento de la integridad moral y belleza de Grace. Porque Grace es sociable, educada, comprensiva y espectacularmente bella. La película no es recomendable para amantes de lo ético y estético en el sentido más clásico de los términos. Grace (atención a la reminiscencia religiosa de su nombre, «Gracia») es golpeada, ultrajada, violada, humillada y obligada a desplazarse con una cadena atada al cuello arrastrando una pesada piedra por unos vecinos sedientos de sojuzgarla a sus voluntades más miserables, ocultas e inconscientes.

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El film constituye un in crescendo que va de la moralidad a la violación y el sojuzgamiento. El discurso moral del pueblo esconde sojuzgar, el discurso moral de Tom esconde su amor por Grace y el discurso moral de Grace es autorepresivo. El filme es el resultado de un zumo de frutas de Foucault y Nietzsche, producto más directo de la obra del primero “Microfísica del poder”. El director danés nos dice que pensar en una moral autónoma inmune a las propias estructuras construidas por la sociedad es algo así como pura ficción. El corpus social, la sociedad, el pueblo de Dogville está constituido por un poder que ha circulado en cadena a lo largo de la existencia y se materializa ahora en sus propios cuerpos e irrefrenables instintos de sojuzgar. Así no cabe otra salida que la que ocurre en Dogville, una realidad de represión y sojuzgamiento sí o sí. No hay consenso moral sobre voluntades como ocurre en la sociedad civilizada, en Dogville, todo el mundo es moral hasta que se demuestra la fachada de la moralidad que muestra la verdadera naturaleza humana, la que no es más que resultado de las relaciones de poder.

Von Trier prescinde de decorados, de la estructura mínima del canon cinematográfico para demostrarnos que el planteamiento foucaultiano sale a la superficie en todo espacio donde haya una comunidad, independientemente de cuestiones contextuales. Por eso, elimina el atrezzo, el decorado, los planos de cámara, utilizándola únicamente para filmar a Kidman, paradójicamente lo único que permite que el espectador aguante ¡casi tres horas! de película para asistir al final más previsible de la historia del cine. Muchos de los seguidores de Von Trier babean ante la supuesta originalidad del desenlace de Dogville. Podría llegar a decirse que es lo más previsible de la película. Si tras los primeros instantes del filme, el director sorprende con su planteamiento, a medida que la historia se desarrolla , considerando los presupuestos morales que anidan en la mente de Von Trier, el desenlace de la obra es más que predecible.

El desenlace muestra el llanto de Tom y el autoabandono y semilocura de Grace, cuando aparecen en el pueblo los gángsteres que la buscaban. Ahora sí, una vez mostrada la crueldad oculta de la sociedad, Grace elegirá a aquellos como compañeros de viaje. Paradojas…o no? Del guión, el gángster-jefazo es el padre de Grace. La abraza, habla con ella…y antes de llevársela de aquel lugar, pregunta a su hija, quizás en el primer momento de complicidad entre padre e hija… ¿Qué quieres que haga con ellos? La respuesta de Grace tan esperada como rotunda: “mátalos a todos…a todos, y pegad fuego al pueblo entero”. Grace recuerda el momento mismo en que fue humillada por una mujer de Dogville y espeta a uno de los  sicarios de su padre: «Al final de la calle hay un familia con niños. Que los maten primero y que la madre lo vea. Que los maten uno a uno y que le digan que pararán si puede controlar las lágrimas. Le debo eso.» En un final de fuego y pólvora, podemos asistir a la escalofriante escena de un gángster ejecutando a quemarropa a un bebé delante de los ojos de su madre, junto al asesinato colectivo de toda una comunidad de personajes infectos.

No concluimos sin aludir la guinda del pastel que nos ha preparado un autocomplaciente Von Trier. En Dogville se liquida a todo el mundo…menos al perro. Un travelling de la cámara sitúa a uno de los matones, metralleta en mano acariciando la silueta en tiza de un can con reminiscencias bíblicas llamado “Moses” (Moisés). En ese momento, único que se produce en el filme, la silueta de tiza se convierte en el cuerpo de un perro, un animal que ladra al espacio. Un espacio purificado de odio y mentira por los asesinatos en masa que se acaban de ejecutar.

Gracias Von Trier por ser tan original y abrirnos los ojos de una realidad que nunca llegamos a comprender. Sabremos estar a tu altura. Prometemos que hoy mismo nos pondremos resignadamente a construir los dogales de los que colgarán nuestro patéticos cuerpos mostrando con su balanceo el carácter absurdo de la maldita existencia. Y si nos lo permites, trazaremos con tiza el lugar donde caerá nuestra silueta inerme.

                                                                                                                                                                                                                                                       Iker Nabaskues

 

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One Response to “Dogville de Lars Von Trier”

  1. 2013/10/22 at 11:05 #

    Increiblemente bueno. A cuanto intelectualoide guay, y a cuanto enfant terrible de mierda se le hace el culo gaseosa con este tipo de autores que desdeñan el genero humano y visten su supuesta filantropía moderna con falsedades que desvirtúan actitudes éticas honorables. Eskerrik asko Barton Keyes por tu análisis, y por desnudar a estos pseudomodernos deshumanizadores, que deberían estar como figurantes en obras del estilo de «Música de cañerías».

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