La gran comedia del nazismo

Título original: To Be or Not to Be.  Año 1942. Duración 99 min.País: Estados Unidos Director:  Ernst Lubitsch. Guión: Edwin Justus Mayer (Historia: Melchior Lengyel). Música Werner R. Heymann. Fotografía Rudolph Maté (B&W). Reparto Carole LombardJack BennyRobert StackStanley RidgesFelix BressartLionel AtwillSig RumanTom DuganCharles HaltonGeorge Lynn, Productora. Romaine Film / Alexander Korda. Premios: 1942: Nominada al Oscar: Mejor Banda sonora (Drama o comedia). Género Comedia | Sátira. II Guerra Mundial
to be or not to be-escena
Sinopsis:Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por Siletsky para entrar en el cuartel general de las SS. (FILMAFFINITY)

La sátira que hizo que a Hitler le rechinaran los dientes. Lubitch llegando a la cumbre. La venganza intelectual del polaco, el pueblo más machacado por las dictaduras del siglo XX.

 

 

¿Qué podemos decir de este filme? Imaginarnos como tuvo que sentarles a los jerarcas nazis que el judío berlinés Lubitsch realizara una sátira antinazi que cumpliendo todos los requisitos de la propaganda, siendo fiel al reflejo de la estética y la ideología del objeto satirizado, es una de las comedias más enloquecidas de la historia del cine, alcanzando la grandeza y la categoría de obra maestra absoluta.

¿Cuál es su gran virtud? Mantener toda la ligereza de vodevil característica de Lubitsch, el retrato de un ambiente que conoce de primera mano, el de los actores y sus ínfulas y egolatrías. Desde este micromundo, los espectadores sentimos el intenso peligro que acecha a cada fotograma y en el que los actores, cuyos personajes son actores también, se mueven como seres alados, dotados de la gloria del arte, cuyo talento imitativo encuentra una proyección inesperada en la trama de la película. ¿Realismo? ¿Documentalismo? La realidad es la locura de unos actores que son incapaces de dejar de pensar en sí mismos mientras el universo se desmorona a su alrededor.

¿El argumento? Un grupo de actores polacos, antes de la guerra, hacen reír a sus compatriotas con una comedia sobre el nazismo. Este es el medio providencial que luego servirá para que se desarrolle la trama principal, localizada en la Varsovia ocupada por los nazis.

Lubitsch concentra su conocimiento y conciencia de la cultura europea, empezando por la música, una apasionada polonesa de Chopin que subraya el ritmo desenfrenado de la farsa, pasando por Shakespeare, que es imitado en todos sus trucos escénicos como son los cambios de identidades y situaciones y la ironía trágica de algunas de sus escenas –como cuando los miembros de la compañía teatral polaca persiguen, travestidos de jerarcas nazis, al espía polaco nazi a lo largo del viejo teatro, o cuando, al principio del filme, el propio Adolf Hitler hace su aparición en medio de Varsovia.

¿Los actores? La primera vez que vi la película en el viejo Pequeño Casino de Donostia no tenía ni idea de quien era Jack Benny, una estrella de la radiofonía americana de los años cuarenta. Su actuación es brillantísima en el furor histriónico con el que apareja su condición de cabeza de la compañía teatral y su papel de nazi. Tampoco conocía, aunque luego me acordé haberla visto en un filme de Gregrory de la Cava, a Carole Lombard, la esposa de Clark Gable, maravillosa actriz de comedia, que murió al mes de estrenarse este film, junto con su madre, en un accidente de aviación. Mención especial merece también el británico Stanley Ridges, que hace de malvado profesor Solotsky.

Después de más de medio siglo de que los nazis hayan sido baqueteados por todo tipo de tribunas políticas y artísticas, debemos resaltar la frescura y desenvoltura con la que los trata este filme de 1941, recién invadida Polonia y mientras los EEUU no se decidían a meterse en la guerra. Los delirios wagnerianos, la histeria política, el culto al jefe, los desfiles… Muchos años más tarde, Billy Wilder iba a hacer una operación semejante, casi tan desternillante como la presente, con el comunismo, en su película Un, Dos, Tres (1961). El hilo que une a ambos filmes es la conciencia común de que la carcajada del hombre corriente es capaz de desgarrar el velo de terror y sangre de los sistemas totalitarios. La existencia de la incombustible democracia americana es la condición de posibilidad de esa carcajada y de estas dos películas.

JOXE MORATE

Este post no sería posible sin la ayuda de filmaffinity

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