De los balbuceos del joven Nietzche al cacareo de los charlatanes.

Título: El nacimiento de la tragedia;  Autor: Friedrich Nietzche;  Género: Ensayo; Editorial: Alianza; Año: 2012; Título y año de la edición original: Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik, 1871-1872

Nietzsche advierte ya a sus lectores en una nota previa compuesta a posteriori e incluida habitualmente en las modernas ediciones del libro (Ensayo de autocrítica) de que no estima en mucho este tratado.  Lo escribió siendo muy joven (a la edad de 25 años), con la necesidad de demostrar que era merecedor del puesto de catedrático de filología en el que lo habían “enchufado”. Si hacemos caso al autor, lo único que valdría de este libro es la presentación, por vez primera, de la visión del mundo dionisíaca que constituirá eje de toda su filosofía.

¿Qué interés reviste la lectura de esta obra, cuando el propio autor nos dice que no vale gran cosa?

Se me ocurren varias razones para leerla: la primera, que no son muchas las obras de Nietzsche que sean relativamente fáciles de comprender.  La mayoría de sus libros son colecciones de aforismos y, tal como explicaría el propio Nietzsche años después en el prólogo de La genealogía de la moral,  “Un aforismo, si está bien acuñado y fundido, no queda ya “descifrado” por el hecho de leerlo; antes bien, entonces es cuando debe comenzar su interpretación, y para realizarla se necesita un arte de la misma”. 

Se ha debatido largo y tendido sobre la costumbre de Nietzsche de plasmar sus pensamientos en ese estilo (el propio Nietzsche defendía su método aforístico como forma de llegar la verdad).  Sea como sea El nacimiento de la tragedia es una obra que, si bien no podemos calificar de “fácil”, tiene un formato inmediatamente más accesible:  se trata, al fin y al cabo, de la defensa argumentada de unas tesis.  No se encuentran en su bibliografía muchos más trabajos que respondan a esta forma más convencional.  La genealogía de la moral es otra de las excepciones, junto a ésta.

El nacimiento de la tragedia constituye por lo tanto una buena puerta de entrada a la filosofía Nietzscheana si nos fijamos sobre todo en su explicación del principio dionisíaco.

Un segundo motivo para leer este libro es la fortuna que han tenido en tiempos posteriores los dos principios estéticos acuñados por el autor en este tratado, lo apolíneo y lo dionisíaco.  Estas nociones podrían asimilarse al orden (lo apolíneo) y al desorden (lo dionisíaco), sentando claramente que estas asimilaciones son reduccionistas.

Se trata de dos conceptos que han sido profusamente utilizados en el el último siglo y medio en el ámbito de la crítica estética.  Yo había oído hablar mucho de ellos, pero reconozco que en cada ocasión entendía algo distinto.  A pocos autores he leído, que empleen estas nociones con el mismo significado que le dan otros.

El caso es que yo ya llegué al punto no entender nada de lo apolíneo y lo dionísiaco leyendo a todos esos terceros, así que decidí acudir a la fuente original.  ¿Cuál es la base lógica y empírica de estos conceptos? ¿Qué son lo apolíneo y lo dionisíaco? ¿Qué es lo que explican? ¿Por qué es tan importante?

No es este el espacio para responder a estas preguntas.  Lo que más ha iluminado mi lectura de este tratado es la confusión que yo ya había observado en la utilización de estos conceptos. Ésta se entiende bastante bien desde el momento en El nacimiento de la tragedia, en el mismo origen de los conceptos de lo apolíneo y de lo dionisíaco, vemos el fascinante espectáculo de un Nietzsche atrapado en la confusión, definiendo de manera brillante unos conceptos que luego confundeNietzsche sencillamente no parece darse cuenta de que el tema fundamentalmente dionisíaco, la aniquilación del individuo y su fusión en el “uno primordial”, es decir, la muerte, no lo aporta la parte dionisíaca de la tragedia.  Ese elemento lo aporta una forma cultural que Nietzsche encuadra en la inspiración apolínea, es decir, el mito.  El mito hace todo el trabajo, en realidad: pone el tema de la aniquilación del individuo, así como la individuación de esa aniquilación (en Edipo, Antígona, Hércules…).  En definitiva, la confusión del propio Nietzsche a la hora de utilizar sus propios conceptos hacen que su tesis sobre la tragedia como arte apolíneo-dionísiaco se derrumbe como un castillo de naipes y sea necesario, en relación a la tragedia griega, un trabajo interpretativo basado bien en una recomposición de las nociones nietzcheanas, o bien de naturaleza totalmente distinta.

¿Existen autores que hayan tratado anteriormente esta manifiesta contradicción en el seno mismo de este tratado de Nietzsche?  Lo ignoro.  Pero la contradicción está ahí y no podemos dejar de ignorarla… o sí: la utilización moderna de los principios dionisíaco y apolíneo como principio explicativo e interpretativo de una obra de arte parece ignorar el fracaso original de estos conceptos a la hora de explicar el nacimiento de la tragedia, y no me consta, por otro lado, que ninguna de las utilizaciones posteriores de esta conceptualización por parte de artistas o antropólogos hayan tratado este  inconveniente.

¿Qué le añade la tragedia al mito de Edipo?  ¿Qué le añade Edipo al coro ditirámbico, que no le dieran los himnos en honor a Dionisos? ¿Qué le añade el autor trágico al mito cantado por el coro?  La conceptualización de Nietzsche no permite responder a estar preguntas, de modo que podemos calificar El nacimiento de la tragedia como un fracaso interesante.  Lo cierto es que hasta donde yo sé lo apolíneo y lo dionisíaco nunca han explicado nada, y donde menos han explicado es en el tratado en el que surgieron.  ¿A qué se debe entonces el éxito obtenido por lo apolíneo y lo dionisíaco?  Pueden deberse a muchos factores, y no todos ellos malos o negativos.  Pero no se debe, desde luego, a su capacidad explicativa.   Nietzsche apunta a cuestiones f ndamentales, como la relación entre el orden social y el desorden;  pero no ha sido el primer pensador en señalar la importancia de estos aspectos de lo humano, y él no consigue resolver nada.

A uno le queda la sensación de que muchos críticos han recurrido a lo apolíneo y lo dionisíaco como recurso fácil para hacer frente a la tarea de rellenar hojas en blanco.  Es como una pequeña trampa: se cita a Nietzsche, se toman sus palabras, se redefinen al gusto y luego se utilizan esos conceptos redefinidos para comentar obras de arte en unos ejercicios de crítica que se me antojan poco profundos y escasamente significativos, pero queda bien que aparezca el nombre de Nietzsche.  Le da como profundidad y seriedad.

No quisiera, por último, terminar esta reseña olvidándome de citar el motivo principal  para la recomendación de la lectura de este libro: el tema mismo, la tragedia griega.  Más allá de la filosofía propiamente Nietzscheana y de lo apolíneo y de lo dionisíaco el lector encontrará en estas páginas reflexiones y observaciones sobre la tragedia griega, su génesis y su evolución que cualquier interesado en este género sabrá aprovechar.  Por citar una de ellas, Nietzche parece haber sido uno de los primeros en resaltar el carácter plástico de la tragedia, más allá de los textos recitativos que nos han llegado.  Sus descripciones y explicaciones sobre cómo se desarrollaba realmente una representación trágica en la antigua Grecia son dignas de ser leídas y disfrutadas por parte de cualquier aficionado a este género en particular y la literatura en general.

Gabrilo Printzip

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