El Guardián Invisible

 

El Guardián Invisible del Valle

Crítica de Yolanda Garde

 

Título: El Guardián Invisible. Autora: Dolores Redondo . Editorial: Ancora y Delfín. Género: Novela negra. Localización: Baztan

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¿Es el Basajaun el autor de los atroces crímenes de adolescentes que están apareciendo en los bosques de Baztán? La mitológica y legendaria figura de dos metros y medio, de larga melena, anchas espaldas, cubierto de pelo, que en aquellas creencias precristianas, arraigadas profundamente en la tierra baztanesa, significaba el equilibrio entre la vida y la muerte,  el ser bueno que  avisaba a los pastores con grandes silbidos de la llegada de una tormenta o de la aparición del lobo u otros animales, parece haberse convertido ahora en un ser telúrico y perverso. Así lo decían los periódicos cuando transcendió que en torno a los cadáveres habían aparecido pelos de animal, restos de piel y rastros dudosamente humanos.  El universo mágico de Baztán, nunca olvidado, siempre presente en su aire, sus casas, sus calles, sus bosques, es ahora el escenario trágico, humano y maligno, de una novela aparecida recientemente  y que está arrasando en las librerías.

Pero “El Guardián Invisible”, de Dolores Redondo, es algo más que una simple historia negra.

 

El relato nos muestra también un pequeño universo idílico, de belleza sobrecogedora, por el que suspiran embelesados sus visitantes, escondido entre montañas de poca altura, tapizadas de prados y belleza imposible, sólo interrumpidas por bosques de robles y castaños y pequeñas aldeas rurales.  Todos los bosques son poderosos, algunos temibles por profundos, otros por oscuros  y siniestros, pero el de Baztán, dice Dolores Redondo,  es hechizante, con una belleza serena y ancestral. Unos parajes que nunca han dejado de sorprender y maravillar a todo aquel que los visita por primera vez, a los que une irremisiblemente a esa energía del agua y del  monte, a esa llamada arraigada en las entrañas, que, al igual que uno de los personajes de la novela, sentimos todos los baztaneses de por vida.

 

Aunque la novela hable de asesinatos, de crímenes con rituales dantescos, es el propio valle el que se erige por derecho propio en protagonista del relato. El valle y sus gentes. Unas mujeres fuertes y vulnerables a la vez, como el propio ambiente que les rodea. Aquellas que aguantaron los años de penurias, de riadas sin fin que se llevaban todo a su paso y que hacían, paradójicamente, del valle un lugar  tan fascinante. Tía Engrasi y la propia inspectora de la policía foral, Amaia Salazar, que lleva el caso, son parte de ese cosmos representativo de Baztán. Mujeres que toman decisiones, que se forman, pero que se saben parte de un valle y unas creencias a las que, aunque a veces no quieran reconocer, o incluso rechacen,  acaban siempre respondiendo.

 

Ningún escenario más sugerente que una tierra de inviernos largos, brumosos y oscuros, donde las tradiciones perviven con mayor intensidad al amparo del hogar y donde todos han oído hablar desde pequeños de sorgiñas, lamias, belagiles, la diosa Mari Jainkosa y el Basajaun. Sin traducción. En un idioma tan antiguo como su propia existencia en la imaginación popular. Una tierra de contrastes donde perviven las nuevas costumbres con las antiguas creencias, nunca desaparecidas del todo. Donde en sus bosques, como  se relata en “El Guardián Invisible”, se siguen sintiendo presencias tan palpables que resulta fácil aceptar una cultura druida, un poder del árbol por encima del hombre y evocar el tiempo en que en aquellos lugares  la comunión entre seres mágicos y humanos fue religión. Y en ellos, siempre el Basajaun, el guardián invisible de la espesura y la frondosidad, al que “no lo encontramos porque no queremos verle, porque nos da miedo, pero es bueno”,  que sigue viviendo allí; tal y como lo atestiguan vecinos que  dicen haberse  topado con él y que lo manifiestan en voz baja, entre susurros y confidencias avergonzadas, molestos de reconocer una presencia imposible.

Un valle capaz de calar hasta lo más hondo en vecinos y visitantes, pero que no siempre fue amable con los primeros. Aunque obligados a emigrar en busca de fortuna, la llamada atávica de Baztán reclamó su presencia y muchos de ellos volvieron para dejar en sus viejos pueblos de antiguos hidalgos y casas señoriales,  la exhibición de la riqueza que habían logrado. Los indianos llenaron aquellos lugares de palacios, caseríos de grandes balconadas, monasterios dedicados a agradecer su suerte y puentes medievales sobre ríos antes insalvables.

 

Dolores Redondo nos ha dejado un regalo a todos los amantes de Baztán. Nos habla de su magnetismo y su dureza, en una trama oscura y siniestra que nos atrapa y nos hace recorrer sus páginas con rapidez en busca de un asesino. Pero también cuenta a todos los que quieran escucharle que los asesinatos no son lo más importante de su relato, sino un valle, unos parajes, unos pueblos, unas gentes,  que, una vez conocidos, sentidos, se te meten dentro y ya no puedes olvidar. Esa vieja llamada ancestral que te conduce inexorablemente a una comunión con la tierra y la naturaleza, con un paisaje urbano siempre fiel a su entorno y unos personajes fuertes y vulnerables a la vez, como el propio universo al que pertenecen y habitan.

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